En el vibrante corazón de Madrid, emerge una residencia que celebra el matrimonio entre la clásica elegancia inglesa y la audacia del diseño contemporáneo. Este espacio, un lienzo donde el arte es el indiscutible protagonista, narra una historia de contraste y armonía.
El salón, iluminado por la luz natural que se filtra a través de sus amplios ventanales, presenta un sofá Chester en cuero capitoné, un emblema del gusto refinado inglés que invita a sumergirse en su confort atemporal. Frente a este clásico, la escalera de caracol, con su estructura de metal negro y peldaños de madera rica, asciende como una escultura funcional, delineando el aire con su presencia vanguardista.
El salón, un escenario dominado por la luz natural y vistas al mar, se presenta con una paleta de colores vibrantes que se complementan con la sobriedad del mobiliario contemporáneo. La alfombra con su abanico de colores actúa como epicentro del diseño, irradiando energía y vitalidad. Las obras de arte modernas adornan las paredes, dialogando con la elegancia de los muebles de líneas simples y los acentos de diseño clásico.
Cada mueble de coleccionista del siglo XVIII, seleccionado con un ojo experto, se erige no solo como un elemento funcional, sino como una pieza de conversación, infundiendo al espacio un sentido de historia y arte. Las texturas variadas, desde la suavidad de los tapizados hasta la rugosidad de los acabados metálicos, crean una rica estampa visual y táctil.
El color dorado, estratégicamente disperso en detalles decorativos y en la columna central revestida con un acabado metálico, inyecta una dosis de opulencia y alegría. Este tono vibrante, junto con la paleta de colores cuidadosamente seleccionada, realza y complementa las obras de arte que adornan cada pared, brindando un diálogo constante entre el pasado y el presente.
En el dormitorio suite el protagonismo recae en la cabecera de la cama, tapizada en un tejido gris carbón que evoca la tradicional sofisticación del estilo chesterfield, reinventado aquí para resonar con la actualidad. Este elemento se erige frente a una pared revestida de un papel tapiz dorado texturizado, que captura la luz y baña la habitación en una atmósfera de sutileza y opulencia.
La inclusión de mobiliario de coleccionista del siglo XVIII aporta una conversación entre épocas, donde cada mueble no solo sirve a propósitos funcionales sino que también se presenta como una pieza escultórica que atrae la mirada y el interés. La mesilla de noche, con su acabado en oro brillante, se destaca no sólo como un elemento utilitario sino como una verdadera obra de arte en sí misma.
La modernidad se presenta en el diseño limpio y minimalista de la consola blanca, que contrasta con los pufs capitoné que invitan a la comodidad visual y táctil. La paleta de colores, enfatizada por los acentos dorados, infunde una exuberante alegría que complementa y contrasta armónicamente con los tonos neutros, evocando una sensación de tranquilidad y refinamiento.
Cada detalle, desde la estratégica colocación del arte hasta la elección de textiles lujosos, contribuye a la historia de un espacio donde el arte cobra vida y la historia se viste con un atuendo contemporáneo. Este dormitorio no es solo un lugar para descansar; es una experiencia envolvente que celebra el pasado, abraza el presente y asiente con gracia hacia el futuro.
Este proyecto es un testimonio de que el diseño puede trascender el tiempo, donde cada elemento, desde los más modernos hasta los atemporales, contribuyen a un todo que es más que la suma de sus partes. Bienvenidos a un espacio donde la historia se encuentra con la modernidad, y donde cada rincón cuenta una historia única.